Ella es una mujer que no conoce el significado de rendirse. Desde los 15 años tuvo que salir de la casa para buscar el sustento para ella y su familia por lo que aprendió a ser recursiva, a buscar la salida adecuada y a aprender sobre la marcha. Su primer trabajo lo tuvo lavando ropa en los lavaderos comunitarios, allí conoció a personas que luego le darían trabajo por días limpiando casas, restaurantes, hoteles y que en adelante recomendarían sus servicios a quienes los necesitaran. A pesar de que ese sería un trabajo temporal y lo haría mientras podía conseguir algo mejor, los años pasaron, las necesidades se incrementaron y ella tuvo que alternar sus conocimientos en limpieza con la crianza de sus cuatro hijos.
Sus hijos crecieron y ella se dio cuenta que merecía algo más que pasar sus días en casas ajenas detrás de escobas y traperos, pero no sabía cómo cambiar de vida por lo que esperó una respuesta mientras acudía a limpiar un local comercial. Tal como lo hacía siempre se concentró en sus labores y en hacerlas de la mejor manera. Los años de experiencia le habían enseñado que las primeras impresiones son muy valiosas en su trabajo y de hacerlo bien, le llamarían de nuevo para realizar el mismo trabajo. Y así fue.
Regresó un par de veces más y la relación con la dueña del local se fortaleció, ella le contó que en ese lugar inauguraría una cafetería y pastelería. Alexandra se animó a contarle su experiencia con las tortas y cupcakes.
La curiosa anécdota llamó tanto la atención de la dueña que la invitó a realizar una prueba al siguiente día. Ella necesitaba una pastelera y Alexandra buscaba una oportunidad.
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Regresó al local, pero esta vez sin los implementos de aseo. En su lugar tenía un delantal y un gorrito para cubrir su cabello. La mujer le pasó una receta y Alexandra empezó a trabajar. Utilizó los secretos que conocía y preparó la mejor torta posible. Tanto fue el éxito que la dueña de ese lugar no dudó ni un segundo en contratarla. Durante varios meses Alexandra tuvo un trabajo fijo en el que descubrió que su pasión siempre había estado en la pastelería por lo que cada día allí lo disfrutó al máximo. Estaba aprendiendo nuevas técnicas y formas de hacerlas cosas mientras que vivía su mejor vida.
Después de 8 meses de trabajo, Alexandra renunció, la opción de volver a hacer aseo se mantuvo, pero ahora ella contaba con un conocimiento que antes no tenía así que empezó a vender tortas entre sus conocidos. Su hija le pedía pasteles puesto que en su colegio se enamoraron del sabor y la presentación. Todo estaba marchando bien, había aprendido a hacer alfajores y se convirtieron en la sensación, pero una situación familiar la obligó a viajar a Ecuador en donde pasó año y medio. Regresó a Colombia y unos meses más tarde empezó la pandemia.
Para esa época, Alexandra vivía en la localidad de Los Mártires y viendo la necesidad que estaba atravesando por la falta de trabajo recurrió a llamar a los contactos que ya conocían su trabajo y que podían echarle una manito. En una de las casas en las que hacía aseo habló con una mujer sobre su interés por crear su propio negocio de pastelería y las dificultades que tenía para hacer ese sueño realidad. Ella, la invitó a acercarse a la Manzana del Cuidado de Los Mártires que acababa de ser inaugurada en el Castillo de las Artes. Le contó que allí encontraría asesorías, apoyos, cursos y podrían orientar en su sueño. Solo tuvo que inscribirse en un link.
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Un día la llamaron y la invitaron a acercarse hasta la Manzana del Cuidado, que le queda a unas dos cuadras de su casa. Fue recibida con mucha amabilidad y le preguntaron por sus planes y deseos. Explicó que quería montar su propio negocio y que quería aprender a usar el celular y el computador porque no sabía cómo hacerlo.
Más adelante participó en el curso de Educación e Inclusión Financiera de la Secretaría de Hábitat, donde le enseñaron a ahorrar y a trabajar por tener su propia vivienda.
Los días de Alexandra se dividieron entre los trabajos que encontraba, su sueño de pastelería y la Manzana del Cuidado. Allí además de tener la oportunidad de estudiar, de dedicarse tiempo para sí misma y de descansar, conoció a otras mujeres que como ella tenían sueños que estaban dispuestas a cumplir.
En una ocasión, recibió la llamada de la líder de la Manzana del Cuidado, quien conocía los sueños de Alexandra, y la invitó a participar de un nuevo curso de cocina que dictarían en El Castillo de las Artes y aceptó. La duración fue de un mes y tenía que acudir dos veces a la semana.
Alexandra actualmente se está preparando para dictar un taller de decoración de pastelería a niños y niñas, jóvenes y madres cabeza de hogar por lo que el curso de la Manzana del Cuidado le enseñó mucho más que los tiempos de una torta en el horno.
Además, está trabajando en pro de su sueño. Luego de realizar el curso de Emprendimiento y Formalización tiene mucho más claro el rumbo que debe tomar ahora, pero mientras logra hacerlo realidad seguirá asistiendo a la Manzana, aprendiendo y haciendo amigas.
Así como Alexandra tú también puedes iniciar tu propio negocio, aprender herramientas digitales, recibir orientación psicológica y hasta conocer nuevas personas que te inspiren. Acércate a la Manzana del Cuidado más cercana a tu hogar y disfruta de todos los servicios gratuitos que tenemos para ti. ¡Ya tenemos 20 Manzanas en toda la ciudad así que no hay excusa! Te esperamos.
¡En Bogotá, cuidamos a las que nos cuidan!